El día 8 de octubre de 2008 escribí un poema, dedicado al 11-M, que, recitado por mí en diferentes tertulias literarias de Madrid, provocó mi expulsión de la que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes. Lo publico ahora en esta tribuna, precedido de las palabras que le sirven de preámbulo, para que se tenga idea clara del grado de persecución a que se ve sometida, en ciertos ambientes culturales, la libertad de expresión.

Dos días después de aquel terrible 11 de marzo, muchos formaron rebaño, en plena jornada de reflexión, para exigir al Gobierno la verdad de lo ocurrido. Me pregunto dónde están hoy. El día 11 de cada mes, unos llamados Peones Negros, que, de verdad, quieren saber quiénes se encuentran detrás de aquella matanza, acuden a la estación de Atocha, con ánimo de honrar a las víctimas de tan tremendo atentado. En ellos pensaba cuando, en octubre de 2008, escribí estos versos. Me encantaría tener la oportunidad de recitárselos a Zapatero; pero no a solas, sino en un abarrotado Congreso de los Diputados, ante mil cámaras de televisión, en nombre de las víctimas del 11-M.


Fernando Lago

Poema dedicado al 11-M

miércoles, 9 de febrero de 2011

Gal, Faisán y 11-M

  

     Las estaciones ferroviarias de los atentados del 11-M constituyen tres puntos intermedios del oscuro hilo conductor que lleva, directamente, del terrorismo de estado de los GAL, al chivatazo policial del bar Faisán. Esta es la sospecha de muchos españoles, que se ve confirmada por el empeño que pone el Ministro de Interior en obstaculizar toda investigación que pueda acarrearnos el esclarecimiento de la verdad de aquellos hechos. El llamado caso Faisán tiene, entre otros imputados, como máximo responsable del criminal chivatazo, al que fuera Director General de la Policía, Víctor García Hidalgo. Pero el Ministro de Interior no se cansa de asegurar que tiene la casa en orden y en perfecto estado de limpieza.
     Don Alfredo Pérez Rubalcaba, elevado a la alta dignidad de Ministro de Interior, por la gracia de un remendón, pasa por ser, entre los suyos, el hombre más inteligente del Consejo de Ministros. Como no tengo motivos para dudarlo, voy a tratar de explicar lo que se cuece en su ministerio, de forma que, incluso él, don Alfredo, pueda llegar a entenderme. Aunque, para ello, tenga que emplear algunas palabras, españolas de pura cepa, consideradas malsonantes. Vayan, pues, mis disculpas por delante, y supongamos algo que, en principio, goza de toda improbabilidad. Una tarde, don Alfredo Pérez Rubalcaba me invita a su casa, para tomar café con él, y, mientras lo espero, sentado en un cómodo sillón de la acogedora sala, paseo la mirada a mi alrededor, tratando de formarme idea de los gustos de mi anfitrión. Todo aparece en orden. La espera, sin embargo, se alarga demasiado. Y, de repente, llega hasta mí, a través de la puerta que comunica con un interminable pasillo, el inconfundible olor a mierda humana, que, poco a poco, envuelve la estancia en una atmósfera pestilente. El sentido común, apoyado en el del olfato, me dice que alguien, a quien no veo, se ha cagado abundantemente en alguna dependencia de la casa del ministro. Así se lo hago saber a éste, cuando, por fin, aparece.
- Alguien, que no soy yo, se ha ido por la pata abajo en esta casa.
Pero don Alfredo, que, como aseguran, es muy inteligente, me responde torpemente.
- La doncella, una rumana sin papeles, acaba de poner, por descuido, un ambientador "Brisas de la Rosaleda" que lleva más de dos años caducado.

Barlovento Maciñeira          

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