Vida oculta de Pepiño Blanco
(Capítulo 23)
Lo que, con el tiempo, fue conocido como "fenómeno Pepiño", se observó, por vez primera, durante las fiestas patronales que aquel año tuvieron lugar en Lamacido. Maruxa y Herminio ocupaban una mesa, en la terraza del "Bar Camuñas", para que Pepiño oyera las piezas del folclore galaico que interpretaba el grupo regional "Os catro de Céltigos". Cualquier otro niño habría quedado prendado del vistoso colorido del conjunto musical y de los tonos, alegres o melancólicos, que salían de las gaitas. Pero, Pepiño Blanco, dotado de un espíritu inquisitivo, impropio de su poca edad, no le prestó la menor atención, porque su alma quedó atrapada por el vuelo de una mosca cojonera, en torno a la botella de gaseosa que había sobre la mesa. Otro infante que no fuera Pepiño habría intentado cazarla o, por lo menos, espantarla de un manotazo. Pepiño, en cambio, trató de imitarla lo mejor que supo. Para ello, se subió, con dificultad, a la mesa; y, ya de pie sobre ella, inició un corto vuelo que dio con él de cabeza contra el suelo embaldosado de la terraza. Pepiño se cargo, de un solo golpe, seis baldosas. Por cierto, que el soberbio cabezazo coincidió con el momento en que el bombo de "Os catro de Céltigos" marcaba el final de la "Muiñeira de Reboredo". Por eso, aún hoy, no se sabe muy bien si los aplausos del público sirvieron para premiar al grupo folclórico o para reconocer el potente cabezazo de Pepiño Blanco. Sea como fuere, a partir de aquel instante, y a lo largo de veinte días, los ojos de Pepiño cambiaron de color cada cinco segundos. Unas veces, los dos adquirían el mismo tono; otras, la mayor parte de ellas, un ojo se ponía de un color, y, el otro, de otro. Y eso ocurría, como digo, cada cinco segundos. La cara de Pepiño Blanco se había convertido en algo así como la verbena multicolor de una ambulancia del SAMUR.
Desde aquel día, hubo interpretaciones del "fenómeno Pepiño" para todos los gustos. Argimiro, el padre de Maruxa, dio su parecer.
- Este rapaz non anda ben da cabeza.
Don Arsenio Taboada, el indiano vuelto de Nueva York, aseguraba que los ojos de Pepiño Blanco emitían mensajes del Supermán que habitaba en él; Amalia Fandiño no dejaba de afirmar que aquellos ojos hablaban de la incipiente santidad del niño, confirmada por la protección que San Zoilo de Pastrana le había dispensado. Fue la ciencia, como siempre, la que puso las cosas en su sitio, cuando el médico rural, don Armando Vilariño, sentenció que los continuos cambios de color eran debidos al exceso de urea contenida en la meada que "Roldán", el perro de caza de Casildo "das pallas", había soltado, tiempo atrás, en pleno rostro de Pepiño.
Pues la neurona caducada con la que nació debió quedarse muy conmocionada y todavía anda algo extraviada.
ResponderEliminarPobre rapaz.
Eso mismo pienso yo. Pero ahí lo tienes, Capitán Trueno, desafiando al mundo y poniéndoselo por montera. ¡Todo un típico ejemplar de la fauna socialista que enfanga nuestra piel de toro!
ResponderEliminarLo malo es que seres con la neurona comatosa, como él, abundan sobre la piel de toro.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Qué bueno sería montar una empresa de reformas en Lamacido! Con vecinos como Pepiño, no ganarían para reparar baldosas.
ResponderEliminarPorque, digo yo, ¿un personaje como ese caerá muy a menudo, no?
Saludos, Tío Chinto.
Y en nuestras manos está, amigo Capitán Trueno, descubrirlos y denunciar todas sus malas artes para engañar al pueblo y mantenerse en el poder. Pienso que, aunque muy lentamente, se van consiguiendo algunas cosas.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Tomo noto de tu sugerencia, Herep, pues creo, como tú, que sería una buena inversión. Una característica importante de Pepiño es su propensión a las caídas; y, ya ves, no ha salido aún de la infancia. Hasta el día en que lo mate, le queda una larga vida de trompicones.
ResponderEliminarUn cordial saludo, Herep.
Te has superado, una auténtica hagiografía que merece un hueco en La Rama Dorada.
ResponderEliminarPobre Pepiño. Todo mundo se mete con él. Y lo malo no es que se metan con él; lo malo es que todos tienen razón.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, Paco, por tu elogioso comentario; creo, no obstante, que sería demasiado honor para tan humildes páginas.
ResponderEliminarRecibe, como siempre, un cordial saludo.
¡Qué razón tienes, José Luis! A mí mismo me da una pena infinita meterme con él, sobre todo porque sé que me asiste toda la razón del mundo.
ResponderEliminarOtro abrazo para ti.
Jojojo así se ha quedado el pobriño, y nosotros pensando mal de él cuando la culpa es del cabezazo y las baldosas...por cierto, me fijaré más en sus ojuelos ahora que se ha quitado las gafas.
ResponderEliminarQué gran musa te inspira. Me lo estoy pasando como con Bertie Wooster y el mayordomo.
Pues ahí lo tienes al tío, saliendo indemne de todos los cambios, manteniéndose siempre a flote cual corteza de alcornoque.
ResponderEliminarMi musa, Maribeluca, no sé si es grande o pequeña; pero estoy convencido de que no es de izquierdas, de lo cual deduzco que es una musa muy inteligente.
Saludos cordiales.
Y menos mal que no se hizo un hombre de provecho y así pudo llegar a ser Ministro. Y no de cualquier Ministerio, de Fomento, casi nada. Así, con estudios más bien raquíticos, puede dirigir como se debe a los ingenieros y técnicos del Estado. Como debe ser.
ResponderEliminarVivimos en el país de los despropósitos. Por eso no puede extrañarnos, Bucan, que don José Blanco ocupe, como ministro, tan importante Ministerio. ¿Acaso no lo nombró Zapatero, cumbre inalcanzable del disparate?
ResponderEliminarRecibe mi cordial saludo.