al Presidente del Gobierno!
Don Anónimo Pasquín
Los norteamericanos presumen de pertenecer al único país del mundo en que un humilde vendedor de periódicos puede alcanzar la presidencia de la nación. Nosotros, que gozamos de una democracia más avanzada, debemos enorgullecernos de vivir en la única nación del planeta en que un zapatero puede llegar a Presidente del Gobierno. Sí, he dicho un zapatero. Ya sé que esto repugna a la razón, como repugnan las gallinejas a los paladares exquisitos. Uno piensa, erróneamente, que tan alta dignidad debiera reservarse a un destacado representante de la ciencia política, a un eminente abogado del estado, a un economista de consolidado prestigio. ¡Tonterías! Un modesto zapatero puede ejercer dignamente el gobierno de la nación, cuando une, a su ignorancia de las leyes del estado, a su desconocimiento de la ciencia política, a su torpeza con el cálculo económico, la ineptitud en su propio oficio.
La lluvia, en Sevilla, es una auténtica maravilla; tan auténtica, que, en cuatro tardes gloriosas, Sevilla derramó, con abundancia, la lluvia del conocimiento keynesiano. Pero, lamentablemente, las benéficas aguas de don Jordi cayeron en un pedregal de adoquines ilustrados, y se llevó, la mayor parte de ellas, un maestro de la lezna que, atascado en la división con decimales, fue a estrellarse contra la regla de tres compuesta. Aún así, como la ignorancia y la osadía suelen ir de la mano, nuestro zapatero entró en el taller, presa de un loable afán social, con el firme propósito de llevar a cabo la primorosa labor artesanal que diera, a cada español, un par de botas de cuero. A tal fin, hizo el cálculo preciso, y, de resultas de ello, cortó la española piel de toro en tantas partes iguales como ciudadanos hay. A simple vista se advertía que cada trozo de cuero, por lo escaso, difícilmente podría dar para un par de botas de media caña. Pese a todo, nuestro remendón, erre que erre, puso manos a la obra, y, hoy, los españoles padecemos, estoicamente, las consecuencias del error de cálculo de un mal zapatero que, por falta del cuero necesario, nos ha metido los pies, con calzador, en unas botas, del tamaño de unos patucos, que, además de no tener lengüetas, dejan los dedos al aire.
Pelargonio do Peiral
"Diez millones de malos artesanos no harían más daño a la nación que un gobernante incapaz."
(Hildebranda Rasputina Facilova)
Si alguien se hubiera puesto, a propósito, a la faena de dejar España echa unos zorros, no le hubiera salido tan bién.
ResponderEliminarLo de los cachos también me recuerda al monstruo de Frankenstein.
Bién por Doña Hildebranda.
:D :D
Pienso que llegará un día, Candela, en que los españoles de ese tiempo se preguntarán, incrédulos, cómo fue posible que un inútil del calibre de Zapatero gobernara España durante ocho años. Y que no encontrarán una razón que sea suficiente para justificar tamaña barbaridad.
ResponderEliminarMuy bien traído el recuerdo del monstruo de Frankenstein.
Recibe mi más cordial saludo.
Me pido el día del tortazo. ¿Se vale con torta de uralita? xD
ResponderEliminarConcedido. Además, la torta será como tú la elijas,Carlos, siempre, eso sí, que vaya cargada del desprecio que el interfecto se merece.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pero ¿qué te han hecho los dignos reparadores del calzado? Supongo que cualquiera de ellos lo hubiera hecho mejor que el abogado pijo de León que nunca ha trabajado y tuvo un único abuelo.
ResponderEliminarLos dignos reparadores del calzado no me han hecho nada malo, amigo Paco; al contrario, me han hecho mucho, y bueno. Pero este mal zapatero del que hablo nos ha hecho a todos un daño inmenso, y hay que decirlo. Supongo, como tú, que cualquiera de ellos habría podido hacerlo mejor que ese pobre nieto de un solo abuelo.
ResponderEliminarUn cordial saludo, como siempre.
O el Día del Tonto del Culo, también lo ganaría por goleada.
ResponderEliminarAi guana Shumeiker guet aut!
Bueno, en ese obtendría diploma, trofeo y dotación económica (¿encima?), pues ya sabes, Maribeluca, que los naturales de aquí somos espléndidos. Podemos estar en la ruina, pero ¡que no falte para premiar a un majadero!
ResponderEliminarY, sin embargo..., la culpa, en realidad, (o al menos la culpa de que él haya podido destrozar el país) no es de Zapatero. ¿De quién, si no?, dirán ustedes. Del pueblo que le votó (dos veces, además).
ResponderEliminarY, ahora, muchos, que al parecer no están escarmentados, preparan su papeleta de las próximas elecciones para Rubalcaba.
Si tenemos malos gobernantes es porque una mayoría de españoles así lo quiere.
Buena entrada, Tío Chinto.
Gracias, amigo S. Cid, por tu amable comentario. Sin duda alguna estás en lo cierto al precisar la razón primera del destrozo. Zapatero no estaría donde está, de no haber contado con el voto mayoritario de los españoles. Y, efectivamente, se encuentra ya al acecho, como una amenaza segura, alguien que ¡hasta podría hacerlo bueno!
ResponderEliminarUn cordial saludo.