Vida oculta de Pepiño Blanco
(Capítulo 18)
Los que se dedican al estudio de los animales no dejan de sorprenderse, cuando observan en ellos comportamientos que contradicen sus formas de vida habituales. Don Armando Vilariño, médico rural que ya conocemos, y gran aficionado, en sus ratos libres, a las curiosidades del reino animal, fue agraciado aquella mañana con algo insólito que alteró, por unas horas, su conocimiento de la mosca común.
Don Armando, caballero en su motocicleta, subía por el camino de carro que conduce a Lamacido, y, al doblar un recodo, se cruzó con un enjambre, de considerable volumen, de moscas zumbadoras que siguió camino abajo. Don Armando detuvo la moto, y se volvió para observar cómo se alejaba tan desproporcionado enjambre, y, sobre todo, cómo se incorporaban a él, constantemente, docenas de moscas procedentes de todas partes. El médico tuvo la impresión de que, por alguna razón desconocida, Lamacido se estaba quedando sin moscas; y, dotado de una curiosidad científica envidiable, quiso saber por qué. Dio, pues, media vuelta, y siguió tras el enjambre, a cierta distancia, con la esperanza, tan humana, de hacer un descubrimiento que uniera su nombre al de cualquier eminente zoólogo del pasado.
Lo primero que le llamó la atención fue el hecho, nunca visto, de que, ya en la carretera general, el enjambre se desplazara sobre ella, tomando cada curva sin desviarse lo más mínimo ni salirse por la tangente. Don Armando pensó en alguna mutación esencial, que, dotando de inteligencia a las moscas, las llevaba a cambiar la incómoda vida rural de Lamacido por la más civilizada de Santa Marta de Ortigueira. Pues allí, en la muy noble villa, acabó su aventura el gigantesco enjambre.
Al día siguiente, La Voz de Ortigueira recogió, muy destacada en la portada, la noticia de lo ocurrido, que mataba, en don Armando Vilariño, toda esperanza de alcanzar el notable hallazgo científico con que soñaba. La información, ilustrada con una foto del enjambre, decía así:
"Un voluminoso enjambre de moscas envuelve al prestigioso notario de esta villa, don Severiano Fontán, y lo acompaña, a lo largo de muchos kilómetros, mientras regresa, en su triciclo, de un viaje a Lamacido. Parece ser que una vaca de aquella aldea había dejado sobre él una enorme bosta que atrajo a los pegajosos insectos. Esperemos que los muchos baños del notario -nos consta que lleva nueve- libren a Santa Marta de tan infecta plaga."
Las moscas siguen a Blanco como la cal viva a Rubalcaba.
ResponderEliminarImagino a los espectros de Lasa y Zabala al fondo del despacho, mirando fijamente al portavoz del Gobierno del GAL y futuro candidato...
Pertenecemos a una nación incomprensible, Natalia. Supongo que los ciudadanos de naciones más respetables que la nuestra nos verán como una triste anomalía, y no entenderán por qué razón podría llegar a Presidente del Gobierno un individuo que tendría que responder, ante la justicia, por asuntos tan escandalosos como los GAL, los atentados del 11-M o el caso Faisán.
ResponderEliminar