El día 8 de octubre de 2008 escribí un poema, dedicado al 11-M, que, recitado por mí en diferentes tertulias literarias de Madrid, provocó mi expulsión de la que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes. Lo publico ahora en esta tribuna, precedido de las palabras que le sirven de preámbulo, para que se tenga idea clara del grado de persecución a que se ve sometida, en ciertos ambientes culturales, la libertad de expresión.

Dos días después de aquel terrible 11 de marzo, muchos formaron rebaño, en plena jornada de reflexión, para exigir al Gobierno la verdad de lo ocurrido. Me pregunto dónde están hoy. El día 11 de cada mes, unos llamados Peones Negros, que, de verdad, quieren saber quiénes se encuentran detrás de aquella matanza, acuden a la estación de Atocha, con ánimo de honrar a las víctimas de tan tremendo atentado. En ellos pensaba cuando, en octubre de 2008, escribí estos versos. Me encantaría tener la oportunidad de recitárselos a Zapatero; pero no a solas, sino en un abarrotado Congreso de los Diputados, ante mil cámaras de televisión, en nombre de las víctimas del 11-M.


Fernando Lago

Poema dedicado al 11-M

viernes, 18 de marzo de 2011

La hoz y el martillo


Vida oculta de Pepiño Blanco
(Capítulo 8)


     Todo el mundo sabía en Lamacido que el padre de Pepiño Blanco era un animal. A nadie se le ocultaba que Rosendo se había casado con Elvira después de un buen reparto de hostias entre los muchos pretendientes que la moza tenía. En las conversaciones que, con frecuencia, mantenía don Armando Vilariño, médico rural de la zona, con el párroco de San Damián de Lamacido, Rosendo aparecía siempre como ejemplo viviente que ilustraba la teoría de la selección natural, propugnada por Darwin. Rosendo era un verdadero animal que, a dentelladas, coces o cornadas, se había convertido en el macho dominante capaz de depositar lo mejor de la especie en las entrañas de Elvira. Por eso, párroco y médico seguían, con especial atención, la evolución de Pepiño.
     Por aquellos días, Elvira se encontraba en la plenitud de su lujuriante lozanía. Sus pechos, voluminosos y turgentes, sus anchas caderas, firmes y poderosas, y, sobre todo, sus carnosos y sensuales labios, provocaban la codicia de los aldeanos de cualquier edad, que, sin disimulo, la devoraban con indecentes miradas. Una mañana, don Arsenio Taboada, el indiano, que seguía obsesionado con la idea de que Pepiño Blanco era Supermán, dio muestras de su inclinación al comunismo, pensando, en secreto, que no había razón para que Elvira fuera la mujer de un solo hombre. Así que, conociendo la brutalidad de Rosendo, y queriendo mandarlo muy lejos de Lamacido, le habló de la llama revolucionaria que había prendido en Cuba, de la liberación de la clase obrera del yugo opresor del capital, de la justicia que, por fin, se haría a los parias de la tierra. Don Arsenio fue tan vehemente, resultó tan convincente en su exposición, que Rosendo se vio arrastrado por el ideal de repartir hostias, para quedarse con los bienes del terrateniente. Y, cuando don Arsenio Taboada remató la faena, asegurando que el pueblo cubano se había unido en torno a la bandera de la hoz y el martillo, Rosendo, que nada sabía de símbolos, entendió aquello al pie de la letra. Y, cuatro meses después, se presentó en la estación marítima de Vigo, para embarcar en el "Cabo Machichaco", que habría de llevarlo a La Habana, portando en la maleta el "fouciño" y el martillo con los que pensaba derribar el poder opresor del tirano que mantenía sojuzgado al noble pueblo cubano.

Tío Chinto de Couzadoiro

Enlace al Capítulo 9:   Rosendo entra en Cuba
Enlace a "Vida oculta de Pepiño Blanco":   Los 39 primeros   
       

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