El día 8 de octubre de 2008 escribí un poema, dedicado al 11-M, que, recitado por mí en diferentes tertulias literarias de Madrid, provocó mi expulsión de la que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes. Lo publico ahora en esta tribuna, precedido de las palabras que le sirven de preámbulo, para que se tenga idea clara del grado de persecución a que se ve sometida, en ciertos ambientes culturales, la libertad de expresión.
Dos días después de aquel terrible 11 de marzo, muchos formaron rebaño, en plena jornada de reflexión, para exigir al Gobierno la verdad de lo ocurrido. Me pregunto dónde están hoy. El día 11 de cada mes, unos llamados Peones Negros, que, de verdad, quieren saber quiénes se encuentran detrás de aquella matanza, acuden a la estación de Atocha, con ánimo de honrar a las víctimas de tan tremendo atentado. En ellos pensaba cuando, en octubre de 2008, escribí estos versos. Me encantaría tener la oportunidad de recitárselos a Zapatero; pero no a solas, sino en un abarrotado Congreso de los Diputados, ante mil cámaras de televisión, en nombre de las víctimas del 11-M.
Fernando Lago
martes, 24 de julio de 2012
Los 39 primeros
viernes, 20 de julio de 2012
Helena de Troya
martes, 17 de julio de 2012
¡Ancha es Castilla!
domingo, 15 de julio de 2012
Preparando la huelga
viernes, 13 de julio de 2012
La fiera acorralada
miércoles, 11 de julio de 2012
El don de la palabra
martes, 10 de julio de 2012
Miguel Ángel Blanco
sábado, 7 de julio de 2012
Un país de aizcolaris
Toda agrupación humana participa de unas características que la distinguen de las demás; cada pueblo tiene unos rasgos peculiares que, con el tiempo, lo llevan a constituirse en nación. Admitido esto, no puede negarse que el País Vasco es una nación de aizcolaris; ni tampoco que el férreo nacionalismo de aquellas tierras fomenta esa vieja tradición del corte de troncos con hacha, que ha llegado a convertirse en seña de identidad de toda la nación. Hoy sabemos que Robodán IV de Trafamulga tenía a gala disponer del mejor verdugo de su época, un aizcolari que, de un solo golpe, descabezaba a docena y media de condenados. En estos tiempos que corren, se ha calculado que bastarían cuatrocientos aizcolaris de prestigio para dejar pelada, en algo más de mes y medio, la selva amazónica. Ello explica que el Gobierno brasileño se resista a conceder el permiso de entrada a todo vasco familiarizado con el hacha.