El día 8 de octubre de 2008 escribí un poema, dedicado al 11-M, que, recitado por mí en diferentes tertulias literarias de Madrid, provocó mi expulsión de la que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes. Lo publico ahora en esta tribuna, precedido de las palabras que le sirven de preámbulo, para que se tenga idea clara del grado de persecución a que se ve sometida, en ciertos ambientes culturales, la libertad de expresión.

Dos días después de aquel terrible 11 de marzo, muchos formaron rebaño, en plena jornada de reflexión, para exigir al Gobierno la verdad de lo ocurrido. Me pregunto dónde están hoy. El día 11 de cada mes, unos llamados Peones Negros, que, de verdad, quieren saber quiénes se encuentran detrás de aquella matanza, acuden a la estación de Atocha, con ánimo de honrar a las víctimas de tan tremendo atentado. En ellos pensaba cuando, en octubre de 2008, escribí estos versos. Me encantaría tener la oportunidad de recitárselos a Zapatero; pero no a solas, sino en un abarrotado Congreso de los Diputados, ante mil cámaras de televisión, en nombre de las víctimas del 11-M.


Fernando Lago

Poema dedicado al 11-M

jueves, 27 de enero de 2011

El desdichado Pepiño



Vida oculta de Pepiño Blanco
(Capítulo 1)


     Pepiño Blanco tuvo una infancia difícil. Eso, al menos, asegura el párroco de Santa Eulalia de Mogonzos, que, por los días a que voy a referirme, lo era de San Damián de Lamacido, en cuya catequesis figuraba Pepiño.
    Pepiño Blanco, desde el mismo instante en que su madre lo dejó en este mundo de pecado, recibió de su padre brutales palizas que no lograron acabar con su vida, porque Pepiño era de pedernal. Tal condición pétrea hacía pensar al párroco que, con el transcurrir del tiempo, podría edificar, sobre Pepiño, su nueva iglesia. Al principio, los vecinos, que oían el ruido estremecedor de los golpes, creían que Rosendo -padre de Pepiño- le zurraba la badana a su adorada costilla. Pero una tarde, cuando, en medio de una de aquellas memorables palizas, vieron salir al recién nacido, despedido por una ventana, comprendieron que quien recibía tan desacostumbrado maltrato no era Elvira, sino el fruto de su vientre. Pepiño, como digo, salió por una ventana, la que daba al corral, y fue a incrustarse de cabeza en un pajar, tras estrellarse, de costillas, contra el hórreo situado en su proximidad. Los vecinos fueron en su busca, y, como es más fácil encontrar, en un pajar, un recién nacido que una aguja, dieron con él enseguida. Lo tomó una mujer en brazos, y lo devolvió a su hogar. Y, a partir de aquel momento, entendiendo los vecinos que, mientras tenían lugar aquellas nunca vistas manifestaciones de amor paterno, Pepiño podía salir por cualquier abertura de la casa, decidieron emplear al infante, como dado, en las quinielas futbolísticas. Si aparecía por una ventana, uno; si lo hacía por la puerta, equis; caso de salir, como un cohete, por la chimenea, dos.
     Pepiño Blanco se fue convirtiendo, poco a poco, en un niño inseguro, acomplejado, asustadizo... (Corto aquí la larga ristra de sugerentes calificativos que se me ocurren, por evitar que mi modo de escribir pueda recordar la torpe prosa de Muñoz Molina.) Y, con los años, ya mocetón casadero, llegó a mostrar, en su relación con la mujer, una inclinación morbosa a los bajos fondos de ésta, como una manera de entrar, de cabeza, por donde había salido. Prueba evidente de que el brutal, y lejano, comportamiento de su padre forzaba, a Pepiño Blanco, a regresar al plácido útero materno.


Tío Chinto de Couzadoiro

Enlace al Capítulo 2:   Pepiño cambia de hogar
Enlace a "Vida oculta de Pepiño Blanco":   Los 39 primeros   

                                

2 comentarios:

  1. !La virgen!..!Nunca lo hubiera pensao! Pero claro, la inclinación morbosa hacia los bajos, también la tengo yo. !Y de manera superlativa!...Luego me has creado la duda. Dado que la afición al bajo vientre de las hembras es común, me pregunto, no sin cierto temor, sino habrá algo inconsciente que me una a ese mequetrefe. Por suerte no visito las gasolineras mas allá del inevitable reposte !Porque solo me faltaba eso!...

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  2. ¡No quiera Dios, amigo charneguet, que se confirmen tus temores! No creo, honradamente, que haya motivo para preocuparse. Esa inclinación a los femeninos bajos es propia de sanos varones, y nada tiene que ver con el deseo morboso de Pepiño de volver al claustro materno. Las muchas palizas recibidas de su padre, cuando no era más que un bebé, fueron causa de ese deseo de huida. Queda pues tranquilo, que lo tuyo nada tiene que ver con Pepiño Blanco.

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