El día 8 de octubre de 2008 escribí un poema, dedicado al 11-M, que, recitado por mí en diferentes tertulias literarias de Madrid, provocó mi expulsión de la que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes. Lo publico ahora en esta tribuna, precedido de las palabras que le sirven de preámbulo, para que se tenga idea clara del grado de persecución a que se ve sometida, en ciertos ambientes culturales, la libertad de expresión.

Dos días después de aquel terrible 11 de marzo, muchos formaron rebaño, en plena jornada de reflexión, para exigir al Gobierno la verdad de lo ocurrido. Me pregunto dónde están hoy. El día 11 de cada mes, unos llamados Peones Negros, que, de verdad, quieren saber quiénes se encuentran detrás de aquella matanza, acuden a la estación de Atocha, con ánimo de honrar a las víctimas de tan tremendo atentado. En ellos pensaba cuando, en octubre de 2008, escribí estos versos. Me encantaría tener la oportunidad de recitárselos a Zapatero; pero no a solas, sino en un abarrotado Congreso de los Diputados, ante mil cámaras de televisión, en nombre de las víctimas del 11-M.


Fernando Lago

Poema dedicado al 11-M

sábado, 25 de diciembre de 2010

Carta abierta a Rubalcaba

    

     Dudo mucho que llegues a leer esta carta. Por eso, difícilmente sabrás que soy uno de los muchos españoles que, si pudieran, te darían un buen par de hostias. Motivos no me faltan para ello. Pero voy a exponerte el más importante.
     El día 11 de marzo del año 2004, se cometió en Madrid un atentado terrorista, de dimensiones descomunales, que, merced a tus oscuras maquinaciones, puso a un inepto en la Presidencia del Gobierno. Pues bien, hoy es el día en que no conocemos lo fundamental de aquel atentado. Ya sé, Rubalcaba, que el caso fue juzgado, y sentenciado; como sé, también, que tú no ignoras que un juicio, basado en un sumario descaradamente incompleto, lleva, por fuerza, a una sentencia poco acomodada a la justicia. 
     Como ciudadano español, quiero saber -tengo derecho a ello- qué pasó aquel desgraciado día. No me basta conocer lo que se nos dijo entonces. No puedo conformarme con menos de saber quiénes concibieron la matanza y quién dio la orden de su comisión. Está en juego mi dignidad personal, mi sentimiento de pertenencia a un pueblo digno. Por ello te exijo, Rubalcaba, que me digas todo lo que ocultas acerca de tan espinoso asunto. Aunque bien sé que tu deficiente sentido democrático no admite que un ciudadano de a pie pueda exigir algo a quien viaja en coche oficial.
     Tienes fama de hombre inteligente. Dudo mucho que lo seas. No responder, en el Congreso, a una pregunta comprometida que se te hace, es algo que está al alcance de cualquier adoquín. Espero que la supuesta inteligencia que se te atribuye te permita ver un hecho indubitable. Como llevas tanto tiempo obstruyendo la labor judicial, en el procedimiento abierto a Sánchez Manzano, cabe pensar que tu intención es ocultar algo grave, concerniente a tu partido político, a tu ministerio o al Gobierno de que formas parte. Te considero capaz de todo, Rubalcaba, porque tu conducta, a lo largo de muchos años, avala mi pensamiento. Y, en ese todo, lo incluyo absolutamente todo. Los españoles no nos merecemos -¿te suena el comienzo de la frase?- un Ministro de Interior que oculta pruebas del 11-M.
     De ti depende, Rubalcaba -de tu decisión firme de abrir a la luz del día lo que esconde algún sótano tenebroso de tu ministerio-, que deje o no de verte como directo responsable del atentado del 11-M. De ti depende que deje o no de sentir un incontrolable deseo de darte un par de hostias.

Barlovento Maciñeira





sábado, 18 de diciembre de 2010

Centenario



     A punto ya de cerrarse el desván de lo inútil, al que están yendo a parar los miles de versos encomiásticos, dedicados a Miguel Hernández, escribo estos renglones para dar entrada en él a una ficción, sobre el recordado, que, meses atrás, concebí. Con ella contribuyo, si no a mejorar la calidad de esos versos, sí a dar una muestra de mi respeto al poeta y de mi sinceridad al tomar la pluma. Dos cosas, respeto y sinceridad, que no se encuentran, fácilmente, en tanta estrofa laudatoria.


Carta de Damián "Pañuco"
a Miguel Hernández


     Mi querido amigo de la infancia:

     Hace tanto que no sé de ti, tanto desde tu partida, que, a punto de cumplir los cien años, "ya con el pie izquierdo en el estribo", doy comienzo a esta carta que, a buen seguro, podré entregarte en mano, dado el mucho quebranto de mi salud. ¡Cuanta agua ha corrido por la acequia, Miguel, desde los días en que, niños aún, cabreros en nuestra tierra oriolana, nos ganábamos el pan! Me alegré con tu fama de poeta, y lloré cuando supe de tu muerte tan temprana.
     La vida fue dura conmigo, Miguel, muy dura. Pasé a Francia, al acabar la guerra, y aquí me topé, poco después, con la europea, mucho más cruel que la nuestra. Me casé con una gran mujer, a la que quise profundamente, que, hace tan sólo seis años, me dejó viudo. Mis dos hijos, franceses como su madre, me tratan bien; y, varias veces, me llevaron de viaje por nuestra querida España. ¡No la reconocerías! ¡Ay, Miguel, qué tremendo es el destierro! Mi vida, viejo amigo, carece ya de interés.
     Entré, muy joven, en el Partido Comunista, y, muy pronto, fui adoctrinado en la mentira y el error. Hoy, pasados más de setenta años, lo sabemos casi todo, Miguel. Se nos decía, entonces, que, como soldados del Frente Popular, combatíamos contra el fascismo, en defensa de la democracia. ¡Puro embuste, Miguel, auténtica falacia! Estábamos, sin saberlo, al servicio de Stalin, un tirano totalitario que pretendía instaurar en nuestra tierra la dictadura comunista que, con el tiempo, triunfó en Cuba. Sí, Miguel, la que fuera llamada Perla del Caribe padece hoy una terrible dictadura que la mantiene, desde hace cincuenta años, sumida en el hambre y la miseria. Pienso, mi buen amigo del alma, que, si el general Franco impidió la implantación en España de un régimen totalitaro, semejante al cubano, habrá que considerar al caudillo como el gran benefactor de todos los españoles. ¡Tenlo por cierto, Miguel! Tu pronta muerte te libró de conocer lo que es la vida bajo el peso criminal de la bota de un tirano comunista. Antes o depués, querido amigo, el paso del tiempo descubre la verdad que el polvo de la mentira nos oculta. Hoy no se puede esconder la realidad del comunismo. Stalin fue un criminal como Hitler; mucho más que éste, si atendemos al número mayor de sus crímenes. Hoy sabemos, Miguel, que, allí donde el comunismo  puso el pie, sembró los campos de horror y de muerte, de hambre y de miseria. Un régimen tan perverso como el comunista sólo se impone con terror y con engaño. 
     ¡No reconocerías, Miguel, a esta España nuestra, tan querida, que tanto nos hizo sufrir! El general Franco, tan odiado todavía por muchos, tan injustamente difamado, dejó, al morir -obligado es reconocerlo-, una España próspera, preparada para afrontar, sin riesgo, su futuro; una España que ni tú, con tu sentir de poeta, podrías haber imaginado.
     No quiero extenderme más, Miguel, que mi mano de anciano resulta torpe sobre el papel, y se cansa en exceso con el uso de la pluma. Tiempo habrá, cuando nos veamos, de hablarte, con entusiasmo, del régimen democrático que, por fin, reina en España; pero también, con dolor, de la sombra negrísima que, lamentablemente, se cierne sobre ella. ¡Los españoles no aprenden ni con cuarenta guerras civiles! España parece condenada a soportar la desmesura de una clase política embrutecida, que, una y otra vez, se empeña en la fragmentación de su territorio. A pesar de la distancia, me duele España, Miguel; me duele la bajeza del Gobierno socialista, la ceguera de los nacionalistas catalanes, que, cerriles, ven, en España, una nación de naciones; me duele -¡y de qué manera!- la poca altura de su clase intelectual, la pobreza literaria de sus novelistas, la vulgaridad ofensiva de sus poetas, la torpeza hiriente de sus dramaturgos, la absoluta falta de compromiso de quienes, con la pluma, podrían levantar en almas -¡que no en armas!- al aborregado pueblo español. Me martiriza, Miguel, sobre todo, la sospecha de que las izquierdas españolas no han aprendido nada de nuestra absurda guerra civil. ¿De qué ha servido mi sacrificio, Miguel, y el de tantos españoles que se vieron condenados al exilio? El error vuelve a estar en una buena parte de nuestra clase política, que no advierte el peligro de un nuevo conflicto bélico. Haría falta, Miguel, tu sentimiento poético para expresar mi íntima decepción. ¡Los españoles no aprenden jamás!
     De todo esto, Miguel, y de mucho más, te hablará muy pronto, cuando esté contigo, alguien, enviado al matadero por unos políticos criminales, que, en su largo y forzoso exilio, pasa los últimos minutos de su vida, entre oscuros pensamientos.
     Tu amigo, Damián "Pañuco".

Barlovento Maciñeira



                            

viernes, 10 de diciembre de 2010

La ilustre dama

    
     Una vez más, celebraron su cumpleaños. Pero ella no estaba allí. Unos dicen que la huelga de controladores aéreos le impidió regresar en avión; otros aseguran que fue vista en un burdel de Venezuela; algunos, en fin, barruntan que se suicidó, por los días, ya lejanos, de su fragante lozanía, incapaz de soportar, casi a diario, la violación de tanto hombre desalmado. Lo cierto es que, nuevamente, los violadores han vuelto a caer en la hipocresía de celebrar su cumpleaños, sin contar con la presencia de la dama.
     El día 6 de diciembre, fecha del aniversario, España se encontraba en estado de alarma, porque uno de los muchos violadores de la joven, el Presidente del Gobierno, reconociendo la manifiesta incapacidad del Ministro de Fomento, otro violador, para solucionar los graves problemas planteados por los controladores aéreos, se vio forzado a decretar tal estado. Y todo parece indicar que, durante un tiempo, permaneceremos en tan particular e injustificada situación. 
     Soplan malos vientos que ponen en peligro la incipiente democracia española. Alfredo Pérez Rubalcaba, Ministro de Interior y, tal vez, el mayor violador de la ilustre dama, declaró, en nítida referencia a los controladores, que, quien echa un pulso al Estado, lo pierde. Tan amenazantes palabras podía haberlas pronunciado, siglos atrás, el Cardenal Cisneros, aquel que, mostrando los cañones, advirtió: "Estos son mis poderes". Me gustaría ver, en el ministro, la misma contundencia, el mismo alarde de atributos sexuales, al tiempo de enfrentarse a comportamientos ajenos más comprometedores. ETA y Marruecos, por ejemplo, llevan años echando pulsos al Estado, y ganándolos. No quiero decir con esto, sin embargo, que a etarras y marroquíes haya que hablarles al modo de la Pajín, cuando hace ostentación de sus poderosos cojones. La peculiar ministra daría en el clavo, si pusiera sus notables atributos sexuales al servicio exclusivo de la investigación ginecológica. No vaya a pensar alguno que ella misma pertenece al restringido club de violadores de la ilustre dama.

Barlovento Maciñeira



        

domingo, 5 de diciembre de 2010

Repugnancia

    
     Jamás le abrí la puerta de mi casa. Pero, delincuente al fin, se asoma, con frecuencia, a la ventana del televisor. Y, cuando lo hace, siento el asco irreprimible que nos produce la aparición de una criatura repulsiva y el temor que nos provoca la presencia de un ser maligno. Lo conozco muy bien. Es un hombre. Bastaría, para asegurarlo, advertir que no anda a cuatro patas. Con todo, su aspecto primario lo convierte en un animal antropomorfo. Se diría, viendo su aire de enterrador, que ha salido de una fosa cavada en la prehistoria. Y, aunque yo no sepa lo que sabe, sé que este monstruo lo sabe todo sobre el 11-M. Me basta, para afirmarlo, reparar en el desprecio persistente con que miente, tratando de ocultarnos la verdad de aquel criminal atentado que puso en el Gobierno al Partido Socialista. Su mentira no lo hace sospechoso; lo hace culpable. Y, si nuestro desdichado país gozara de un régimen plenamente democrático, este antropoide llevaría ya varios años en la jaula.
     No conozco a su mujer. No se acerca, como él, a la pantalla del televisor. Por eso me pregunto cómo soporta la convivencia con su marido. ¿Es, acaso, como él? Porque, de no serlo, cuesta creer que pueda meterse en la cama con alguien que, por fuerza, ha de oler mal. Un hombre así, que, tal vez, participó en la organización del criminal atentado del 11-M, apesta en la distancia. Repito que no conozco a su mujer. Pero entendería perfectamente que una noche, en respuesta a la apetencia sexual de su marido, harta de aguantar tanta pestilencia, se tomara la justicia por su cuenta, y le arrancara el alma putrefacta, de certera puñalada al corazón.

Barlovento Maciñeira



      

lunes, 29 de noviembre de 2010

Elecciones en Cataluña



     Dentro del juego político de esta democracia tan imperfecta que nos tocó en suerte, los partidos han vuelto a pedir a los ciudadanos, esta vez en Cataluña, lo único que quieren de ellos: el voto. Lo de menos es el resultado obtenido; lo de más -no pretendo hacer un chiste fácil-, la materia prima que lo produjo.
     En una agrupación de animales de una misma especie, que estuvieran organizados democráticamente, el elegido para gobernarlos sería, en buena lógica, un individuo de tal especie. A modo de ejemplo, un rebaño de ganado lanar, que viviese con arreglo a los principios democráticos, pondría, al frente de su Gobierno, a un cordero, tal vez a una oveja, quizás a un borrego; pero jamás a un animal de probada inteligencia. A tu discreción dejo, lector, que apuntes, siquiera mentalmente, qué individuo se hallaría al frente del poder ejecutivo de una manada de cerdos con ínfulas democráticas.
     Viene lo anterior a cuento de la imperfecta democracia que señalaba al principio, como propia de nuestra nación. Porque España padece hoy un régimen, aparentemente democrático, que la conduce al desastre. El pueblo español, la materia prima que encumbra a sus políticos, es mayoritariamente inculto, ignorante, y, mientras el Gobierno -cualquier Gobierno- no se ocupe de sacarlo de la postración mental inveterada en que se encuentra, elegirá, para su desgracia, a políticos incultos e ignorantes. Cataluña no es la excepción. No puede ser de otra manera. ¿Cabe pensar que un pueblo cultivado, capaz de discernir lo que le conviene, de aquello que le perjudica, pueda elevar, a la Presidencia del Gobierno, a un inútil del tamaño de Zapatero? En modo alguno. Un individuo como este, al frente de un Gobierno democrático, repugna a la razón y da la medida del desdichado colectivo humano que lo eligió.


Barlovento Maciñeira



miércoles, 24 de noviembre de 2010

Dos motines



     El 11 de marzo de 1704, la fragata "España", capitaneada por el almirante Aznar, rindió viaje, y fondeó en puerto, tras una feliz navegación de ocho años alrededor del mundo. Horas más tarde, una explosión a bordo, cuya causa principal aún hoy se desconoce, acabó con numerosas vidas. Tres días después, la marinería, presa de la inconsciencia, se amotinó en torno a Rubalcaba -un siniestro personaje, antiguo fabricante de ataúdes- y destituyó al prestigioso almirante, a poco de culparlo, sin razón alguna, de aquellas muertes. Y, pasados unos días, la fragata "España" levó anclas, y se hizo a la mar, al mando de un grumete, llamado Zapatero, que llevaba, como segundo, con el grado de Jefe de Seguridad de la embarcación, al cabecilla del motín, el taimado Rubalcaba.
     Aunque las primeras singladuras fueron de bonanza, pronto se vio la impericia del grumete en el arte de navegar. Nada sabía del empleo del sextante ni de la aguja de marear; lo ignoraba todo sobre vientos y corrientes, velas y aparejos; y, tocante a las señales que todo buen marino sabe interpretar, cuando las descubre en el mar y en el cielo, era un zopenco que, en el peor de los casos, las malinterpretaba. 
     Pero el grumete Zapatero, dichoso en su ignorancia, sonreía con cara de bobo, sin advertir lo que algunos adivinaban ya. El cielo se fue ennegreciendo poco a poco, y se desataron unos vientos furibundos que amenazaron con echar a pique la fragata "España", mortalmente herida por 17 vías de agua, en un mar de violento oleaje. Y, cuando el hundimiento parecía inminente, la marinería se amotinó por segunda vez, presa del horror, en esta ocasión, y, al grito de ¡hijos de puta, cabrones, criminales!, lanzó por la borda al grumete Zapatero y al malvado Rubalcaba, cuando amanecía, en medio de infernal tempestad, el día 16 de diciembre de 1710.


Barlovento Maciñeira


sábado, 20 de noviembre de 2010

Añoranza del franquismo

    

     Este artículo lo escribo, en fecha tan señalada, con toda intención. Hace ya 35 años, nos dejó nuestro anterior Jefe del Estado, que, al morir, nos legó una España unida y próspera, difícilmente reconocible hoy. Añoranza es una hermosa palabra, evocadora del sentimiento de pena que nos produce la ausencia de algo muy querido por nosotros.
     Como adivino el reproche que me hará algún lector "progre", tachándome de fascista, me adelanto a decirle que no sea ignorante y que procure comprender la razón de mi añoranza. Mi sentimiento de pena viene dado por el temor que me produjo, años después de la muerte de Franco, ver a España asomada al precipicio, y por el horror que hoy me provoca contemplarla, sumida en el abismo. Porque, en verdad, España cayó, a lo largo de 35 años, de la bonanza del régimen dictatorial franquista, a una mediocre democracia en que chapotean, como miasmas en aguas fecales, muchos militantes de esa "progresía" que, no soportando sus orígenes franquistas, se niegan a reconocer que todo se lo deben al franquismo. Pues, mal que les pese, esta democracia maloliente, por ellos pervertida, echó sus raices en el régimen de Franco, no fuera de él.
     La mayor parte de nuestra casta "progre" -carne de pocilga que debería ser valorada al peso- pretende cambiar el curso de la historia reciente, ocultando las páginas más comprometedoras del oscuro pasado de una izquierda sanguinaria que, torpemente, la encandila. Pero llegará un día, tal vez no lejano, en que el general Franco -su bestia negra, por haber impedido la implantación en España de una dictadura comunista, similar a la cubana- será reconocido, por la posteridad, como el gran benefactor de los españoles, a lo largo del siglo XX.


Barlovento Maciñeira



jueves, 11 de noviembre de 2010

Carta abierta al socialismo

    
    
     Vaya por delante que Zapatero no es santo de mi devoción; siga, tras ello, que, para serlo, tendría que ser veraz. Y eso, como muestra a diario, resulta más difícil que el hundimiento de un tarugo de alcornoque.
     Lo lamentable es que la mentira que envilece a quien os lidera se ha instalado en vuestras filas, a imitación, quizá, de su torpe proceder, o, tal vez, por ir más lejos, guardando fidelidad a esa continua e irritante falacia de la izquierda, que tanto incomodaba a Marañón.
     La mentira de que hacéis gala, con su hijastra la hipocresía, se ha puesto de relieve, últimamente, con vuestra reacción desmedida al comentario desafortunado que el alcalde de Valladolid hizo, sobre los morritos de cierta ministra. ¡Hipócritas! Véis la paja del alcalde y os tragáis la viga de Eguiguren. Os revestís de falsa dignidad, señalando la ofensa que aquella autoridad municipal inflige a una mujer, y pasáis por alto la condena que pesa sobre el presidente de vuestro partido en el país vasco, por haber zurrado la badana a la suya, con un zapato y un paraguas. ¡Hipócritas! Exigid a vuestro destacado correligionario que dimita de su cargo; porque, testificando a favor de Otegui, comiendo con "Josu Ternera" y negociando con el resto de la banda, convierte vuestro partido en una pocilga. ¡Hipócritas! Olvidaos del alcalde vallisoletano, y preguntaos qué ocultan Felipe González, en relación con los GAL, y Rubalcaba, acerca de la operación Faisán.
     ¡Hipócritas! Manifestáis una falsa preocupación por un quítame allá esas pajas, ¿y no sentís la menor inquietud ante la terrible realidad que, en relación con el 11-M, pueda esconder el siniestro Rubalcaba? ¡Hipocritas! ¡Hipócritas! ¡Hipócritas!


Barlovento Maciñeira



      

domingo, 7 de noviembre de 2010

Pitos, flautas y zambombas

    

     El señor Zapatero, que, como tal, no conoce otra solución, para remediar la quiebra de nuestra economía, que echar unas medias suelas, recibió, al tiempo de celebrarse la Fiesta Nacional, una larga ofrenda, ya que no de hortalizas, de variados insultos. A ese mancebo de sonrisa permanente, delatora de la vaciedad que lo embarga, que, habiendo nacido con el sello inconfundible del dependiente de ultramarinos, consiguió en una rifa la Presidencia del Gobierno, y hoy lamenta el desprecio de su pueblo, habrá que dedicarle, parodiándolas, las célebres palabras que la mamá de Boabdil el Chico dirigió a su nene, tras la pérdida de Granada: "Llora, como mujer, lo que, como hombre, no has sabido defender."
     Varios miembros de su Gobierno, todos ellos conseguidos en un saldo, han tenido la desfachatez de asegurar que tan generosa ofrenda constituye una falta de respeto a la figura del Presidente. Debo decir a sus excelencias, yo que cada día endilgo a Zapatero docena y media de ofensivos y acerados calificativos, que se equivocan, pues difícilmente puede faltarse al respeto a quien no se respeta a sí mismo. Tengan por seguro que, mientras no se instaure el "día del tortazo al Presidente del Gobierno", bueno será -como bien podría decir hoy don Miguel de Cervantes, por boca de su inmortal hidalgo- que, quienes tenemos la mano atada, tengamos suelta la lengua. Sepan, los insignificantes ministros de este Gobierno deplorable, que el adormecido pueblo español se levanta ya en almas contra su Presidente, para mostrarle, con un sonoro concierto de pitos, flautas y zambombas, el infinito desprecio que siente por él.


Barlovento Maciñeira




martes, 26 de octubre de 2010

Un Senado de ladrones

    

     Puesto que la correcta aplicación de la justicia distributiva nos impone dar a cada cual aquello que le corresponde, parece obligado distinguir al que roba con el deshonroso calificativo de ladrón.
     El Senado se ha llenado, últimamente, de "okupas" que, llegados de todas las regiones españolas, convierten aquella institución política en una cueva de ladrones. Esos indecentes derrochadores de lo ajeno se gastarán, a lo largo del año próximo, 350.000 euros, contantes y sonantes, en concepto de traducciones. Esos individuos despreciables, en un tiempo de vacas flacas como el actual, consentirán que se pague tal cantidad a los traductores que viertan sus pobres decires -en catalán, vascuence o gallego- a la común lengua española que todos hablan. Esos discípulos aventajados de Caco derrocharán ese dinero, en un tiempo lamentable de quiebra económica que ve, con tristeza, la rebaja innecesaria de los sueldos de los funcionarios y la congelación inútil de las pensiones. Esos politiquejos de baja estofa, delincuentes, además, por su desprecio de la Constitución que los obliga a saber la lengua principal de España, de sobra conocida por todos ellos, pagarán, con pólvora del rey, unas traducciones -del español al catalán, verbi gratia- para trasladar a Cataluña el "giliporta" que es, en el idioma universal que habló don Miguel de Cervantes, un monumental "gilipuerta".
     Propongo que miles de ciudadanos salgan a la calle, y griten, cada día, ¡al ladrón!, en las proximidades del Senado; porque siempre creeré en el pueblo que, ante la dejadez irresponsable de las autoridades, se toma la juticia por su cuenta, para sacar de sus madrigueras a los delincuentes, no con intención de proceder a su linchamiento, sino con el propósito de ponerlos en manos de la Justicia.

Barlovento Maciñeira




      

lunes, 18 de octubre de 2010

¿Dónde está el mérito?

    

     Aquel terrible 11 de marzo del año 2004 será recordado como el día en que España no tuvo amanecer. Aquella mañana fatídica, apenas cometido el acto terrorista que acabó con las vidas de 192 inocentes, España quedó sumida en una oscuridad criminal que, mantenida a lo largo del tiempo, llega hasta hoy. Aquella tarde, trágicamente inolvidable, los enemigos de la luz, amantes diabólicos de las tinieblas, cubrieron la verdad con un manto negrísimo para que los españoles no alcanzáramos a conocerla. Unos pocos individuos, indignos representantes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, ocultando y destruyendo pruebas que nos habrían llevado al esclarecimiento de aquella verdad, se hicieron merecedores del castigo eterno, por haber escupido sobre los uniformes que se les habían confiado. Un gran número de periodistas infames, manchados para siempre, desde entonces, con el desprecio de la verdad, pusieron todo su empeño en ocultarnos que los culpables primeros de aquellos crímenes, lejos de hallarse en remotos lugares, se encuentran muy cerca de nosotros. Como remate, un juez dictó sentencia, basándose, para ello, en un sumario deplorable que se había nutrido de todo lo anterior.
     En esta desdichada España, que no ha salido aún de las tinieblas, el poder ejecutivo condecora al judicial. El Ministro de Interior acaba de conceder la Gran Cruz, al mérito policial, al juez Gómez Bermúdez, que tuvo la inmensa responsabilidad de sentenciar sobre aquel atentado. ¿Por qué? ¿Dónde está el mérito policial del magistrado, si no condenó a los culpables? ¿Por qué razón no se concede tan importante medalla a los pocos periodistas que, tratando de desvelar, temerariamente, lo que el Ministro de Interior encubre, dignifican su profesión?
     Como español enemigo declarado de la oscuridad, quiero salir cuanto antes de la situación tenebrosa en que vivimos; como ciudadano, deseo fervientemente conocer toda la verdad de aquel 11 de marzo, porque de ello depende la legitimidad que deba reconocerle al actual Presidente del Gobierno.


Barlovento Maciñeira       

sábado, 16 de octubre de 2010

Huelga de delincuentes



     Han vuelto a las cloacas. Después de haber organizado una huelga general que se saldó con un rotundo fracaso, Judas y Pilatos, héroes burlescos de una farsa lamentable, se han hundido, nuevamente, en los mundos subterráneos que dan cobijo a los espíritus del mal; y, tal vez, no vuelvan, en mucho tiempo, a ver la luz del día, porque su morada natural es el reino de la hipocresía, y los honrados trabajadores, amantes de la verdad, les han dado la espalda, quizá para siempre.
     Judas y Pilatos, a cual más repulsivo, cantaron, por igual, a voz en grito, el éxito alcanzado con su convocatoria de una huelga general irresponsable. Pilatos llegó, incluso, a decir algo que delata su inabarcable ignorancia: "Hemos roto la barrera del sonido." ¿Sabrá, semejante individuo, que malamente podrá romper otra barrera que no sea la del albero?
     En plena crisis económica, Judas y Pilatos mandaron a sus matones con el encargo delictivo de repartir hostias entre aquellos trabajadores que se negaran a participar en huelga tan criminal; en una España al borde de la quiebra, Judas y Pilatos, conniventes con un Presidente de Gobierno que lo ignora casi todo, pusieron el derecho a la huelga, que nuestra vigente Constitución defiende, muy por encima del sagrado derecho al trabajo, que la Declaración Universal de Derechos Humanos reconoce a todo hombre. Así se entiende que Judas y Pilatos, confabulados con un echador de medias suelas, mantengan, en continua huelga laboral, a miles de sindicalistas "liberados" que, para escarnio del español que vive de su trabajo, cobran, de los Presupuestos Generales del Estado, unas pagas francamente envidiables. ¡Las madres que los parieron!


Barlovento Maciñeira    

viernes, 15 de octubre de 2010

Un país lejano

    

     El navegante de espíritu aventurero que, a lomos de todos los mares, conoce los distintos vientos de la rosa, antes o después pone rumbo a una antigua nación, que se distingue de las demás en que su Gobierno goza de pleno reconocimiento popular. En ese país lejano, que soporta una imperfecta dictadura, oculta bajo el paño de una aparente democracia, el reconocimiento que el pueblo muestra hoy  a sus gobernantes resulta único, en el, tontamente llamado, concierto de las naciones, por sus manifestaciones prácticas. Si un tertuliano se refiere, pongamos por caso, al "inútil cabrón", los demás contertulios adivinan, al momento, de qué ministro del Gobierno les habla; si un funcionario, volvamos a poner por caso, menciona, en un corro de iguales, al "hijo de la gran puta", ninguno duda que señala al Presidente del Gobierno; si alguien, en fin, en la mesa de un café de esa peculiar nación, atribuye algo a "la cerda embustera", cualquiera de sus interlocutores sabe a qué ministra del Gobierno apunta.
     Tan perfecto reconocimiento tardó años en calar en la mayor parte de la sufrida masa popular, debido a que el Gobierno, apoyado en el partido político, nada decente, que lo sostiene, ha sabido embrutecerla con el hábil manejo de los hilos que mueven las marionetas de sus cadenas de prensa, radio y televisión. El Gobierno de esa singular nación, enemigo mortal de ella, se dirigió, a lo largo de muchos  años, mediante mítines infames, a un pueblo, rebajado al estado de la bestia, incapaz, por tanto, de reacción, ante la repugnante mentira que se le vendía, envuelta en engañoso papel de celofán. Pero ese tiempo pasó. Porque la deslumbrante verdad impregna hoy esa masa, y le permite ver el rostro repulsivo de unos individuos -criminales por su conducta, vergonzosos por su ineptitud- que muy pronto dejarán el Gobierno en las urnas. Pues, con toda justicia, merecen salir de él a patadas.


Barlovento Maciñeira   

martes, 12 de octubre de 2010

A modo de presentación

    
     Hay en el Ortegal -punta de lanza del cabo- tres peñascos que, a manera de aguijones, van a convertirse, por capricho de quien esto escribe, en símbolo de la tribuna que hoy comienza su andadura. Porque aquí, lector, encontrarás, ocultos en mis escritos, unos pensamientos, atrevidos quizá, que se clavarán en tu mente, a fin de despertarla del sopor en que, tal vez, se halla sumida. Desde esta Tribuna del Ortegal -abierta a los cuatro vientos, sometida a toda clase de corrientes- saldrá mi palabra vehemente, paloma mensajera que llegará a su destino, por los aires envolventes de Internet, como un canto de esperanza para todo español que, por tal, se tenga. Pues no es casual, amigo lector, que esta tribuna dé comienzo a su periplo, precisamente, el día en que los españoles celebramos nuestra Fiesta Nacional.
     Huelga decir, por lo apuntado hasta aquí, que estos aguijones dejarán en carne viva a esos otros españoles -iletrados e ignorantes- seguidores ciegos de unos cabestros políticos que niegan la realidad de España y, por ende, su unidad territorial. Porque esta tribuna, recién nacida, se declara, ya con su primer vagido, mortal enemiga de esos cabestros que, de un modo criminal, tratan de conducir a muchos camino del matadero.


 Barlovento Maciñeira