El día 8 de octubre de 2008 escribí un poema, dedicado al 11-M, que, recitado por mí en diferentes tertulias literarias de Madrid, provocó mi expulsión de la que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes. Lo publico ahora en esta tribuna, precedido de las palabras que le sirven de preámbulo, para que se tenga idea clara del grado de persecución a que se ve sometida, en ciertos ambientes culturales, la libertad de expresión.

Dos días después de aquel terrible 11 de marzo, muchos formaron rebaño, en plena jornada de reflexión, para exigir al Gobierno la verdad de lo ocurrido. Me pregunto dónde están hoy. El día 11 de cada mes, unos llamados Peones Negros, que, de verdad, quieren saber quiénes se encuentran detrás de aquella matanza, acuden a la estación de Atocha, con ánimo de honrar a las víctimas de tan tremendo atentado. En ellos pensaba cuando, en octubre de 2008, escribí estos versos. Me encantaría tener la oportunidad de recitárselos a Zapatero; pero no a solas, sino en un abarrotado Congreso de los Diputados, ante mil cámaras de televisión, en nombre de las víctimas del 11-M.


Fernando Lago

Poema dedicado al 11-M

viernes, 29 de abril de 2011

Cómico drama




Vida oculta de Pepiño Blanco
(Capítulo 14)

   El escándalo fue mayúsculo cuando don Raimundo, alumbrado por la débil luz de una vela de sebo que Argimiro llevaba en su palmatoria, abrió la puerta de la habitación; pues, aunque ninguno de los que entraron -nueve en total- pudo reconocer los cuerpos desnudos de Maruxa y Herminio, las risas de Pepiño Blanco no lograron acallar los ardorosos jadeos que, en operístico y apasionado dúo, ponían final al coito. Argimiro, padre de Maruxa, se cagó en un santo de cuyo nombre no quiero acordarme, sacó la navaja y se lanzó con furia contra el electricista. Por fortuna para éste, el brusco movimiento de Argimiro apagó la vela, y Herminio le dio el cambiazo. Intervino entonces don Raimundo de Castro Seoane y Mombeltrán de Figueroa, que, oyendo decir al padre de Maruxa que iba a abrir en canal a Herminio, con decimonónico estilo -tan del 19 como el propio marqués-, pronunció estas palabras:
- ¡No haya tal, bergante, que no te corresponde a ti vengar el honor mancillado de mi casta hija!
Oír esto Argimiro, y volver a dejar perdido al santo, fue cuestión de segundos; los que aprovechó Herminio para abandonar el cuarto, y correr, escalera abajo, en pelotas. Argimiro fue tras él, fuera de sí, y, al exigirle don Raimundo que volviera, le respondió, amenazante.
- ¡De usted ya me ocuparé después!
  El marqués se metió en la cama, y pidió que llamaran al párroco de San Damián, pues quería confesarse. Don Raimundo, ansioso por ponerse a bien con Dios, hizo un largo examen de conciencia, en espera del sacerdote. Mas, como el representante de Dios en Lamacido tardaba en llegar, su alma prefirió ganar tiempo, yendo directamente a presencia del Creador; porque no era cosa de hablarle a don Vicente, por muy sacerdote que fuera, de sus andanzas con la madre de Maruxa.
 El marqués fue enterrado dos días después, con toda solemnidad, junto a su esposa, doña Amalia de Andrade Sotomayor y Lourido de Braganza. Se llevó a la tumba el secreto que, ya de por vida, trastornó la de Argimiro. El día del entierro, Lamacido seguía a oscuras, porque Herminio, tratando de arreglar la avería, la noche misma en que fuera sorprendido con Maruxa, había dejado sin luz Santa Marta de Ortigueira, Ladrido y Espasante. ¡A ver quién lo hubiera hecho mejor, en pelotas y bajo la amenaza de  Argimiro!

Tío Chinto de Couzadoiro

Enlace al Capítulo 15:   El testamento del marqués
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miércoles, 27 de abril de 2011

Universidad española

¡Burro que en el campus paces,
que, cuanto más paces,
más burro te haces!

     La universidad española languidece. Cualquier profesor universitario dará fe de ello. Los alumnos que se incorporan a sus clases, procedentes del bachillerato, llegan con tan escasa preparación, para afrontar los exigentes estudios universitarios, que, difícilmente, podrán seguirlos con provecho. Ha habido un largo recorrido hasta alcanzar el deterioro actual. El monumental disparate que supuso el "papeles para todos" vino precedido por aquel otro de "universidad para todos"; y hoy pagamos las consecuencias trágicas de uno y otro error. La universidad no puede ser, en modo alguno, para todos, porque no todos están capacitados para entrar en ella. Esto, que, por su evidencia, no habría ni que decirlo, es necesario recalcarlo, una y mil veces, debido a que algunos no quieren verlo. Por no haberlo advertido a su debido tiempo, gobernantes de muy diverso pelaje se dedicaron a levantar universidades por toda España, con tal desenvoltura que no fue de extrañar que, hasta el pueblo más insignificante, reclamara la suya, como si se tratara de una piscina municipal.
     A los alumnos del último curso de bachillerato les cuesta entender un editorial periodístico. Si esto es así, como aseguran sus profesores, el problema que se le plantea a la universidad española es de una gravedad extrema. Un profesor de la Facultad de Ciencias de la Información, de la Universidad Complutense de Madrid, me decía, no hace mucho, tal vez con cierta exageración, que sus alumnos se veían en dificultades para construir una frase -sujeto, verbo y predicado- con diez palabras medianamente cultas, por ignorar el significado de cada una de ellas. La cosa, como arriba apuntaba, viene de lejos. Ya decía Gustavo Villapalos, en sus tiempos de Rector Magnífico de la Complutense, que, si de él dependiera, no exigiría más requisito, para entrar en la universidad, que saber leer y escribir; pues quien sabe leer y escribir -terminaba asegurando- está capacitado para estudiar cualquier carrera.
     Siendo tan costoso el mantenimiento de las universidades, y tan dudosa la calidad de sus frutos, ¿no sería preferible cerrarlas por unos años, y dedicar lo que se ahorre a mejorar la enseñanza media?

Barlovento Maciñeira   




     

lunes, 25 de abril de 2011

El barbudo proletario



El camarada Fidel,
modelo de comunista,
aparece en una lista
de seis dedos de papel,
como cosa nunca vista.
Ladrón de hoz y martillo,
tiene costumbres dispares:
los rublos, en el bolsillo;
en Suiza, los "dolares".

Lajo Demos

8 de mayo de 2006



¡Socialismo es libertad!
Indudablemente. Libertad de amordazar,
encarcelar y asesinar al disidente.

Don Anónimo Pasquín


     Las reformas que quieren imponer en Cuba los hermanos Castro, cuando llevan en el poder más de cincuenta años que les han bastado para convertir la próspera economía de la Perla del Caribe en un penal de hambre y miseria, llegan muy tarde y a la desesperada. Con el hermano mayor listo para el desguace, el pequeño de los Castro es un viejo barco de ochenta y tantos años que navega, con varias vías de agua abiertas, peligrosamente escorado a babor. A parte de las reformas que pretende hacer en el campo de la economía, el chiquitín de los Castro quiere rejuvenecer el partido para que siga siendo el ejemplo a seguir por otras naciones hispanohablantes condenadas al socialismo. El churumbel de los octogenarios Castro ha decretado, en un arranque de hipócrita generosidad, falta de toda grandeza, que el poder del mandamás cubano quedará limitado a dos períodos consecutivos de cinco años cada uno. Esta decisión, dada la edad provecta de quien la toma, me recuerda el caso conocido de aquel abad libertino que, con noventa años cumplidos, recomendaba a sus frailes más jóvenes, pletóricos de ímpetu sexual, la práctica de la castidad.

Pelargonio do Peiral


"Nada tiene de particular que un anciano pase por mi alcoba y sucumba a mis encantos. Lo asombroso sería que llegara al término de la galopada que dibuja su loca fantasía."

(Baltasara de Chamburcy Puy de Dome)

       

viernes, 22 de abril de 2011

Apagón en Lamacido

Vida oculta de Pepiño Blanco
(Capítulo 13)

     Horas después de la partida de Elvira, se produjo un apagón en Lamacido que lo dejó sumido en tinieblas. De modo particular, el Pazo quedó cubierto por un negro manto que, en aquella noche sin luna, le dio un aire fantasmagórico. Como tantas veces -los apagones menudeaban-, se buscó a Herminio, el electricista, que no aparecía por ninguna parte. Y, como el párroco de San Damián de Lamacido no había advertido a sus feligreses de lo oído en confesión aquella misma mañana, algunos pensaron que Herminio debía estar, por fuerza, soltando lastre en casa de Elvira. Allá se encaminaron, y pronto vieron, a pesar de la oscuridad, que a Herminio se le habían fundido los plomos, sí, pero no en la cama de Elvira. La prudencia y el orden lógico de la narración, que no el secreto de confesión, me impiden revelarte ahora, lector, en qué hogar de Lamacido se le fundieron los plomos al electricista. Mas no desesperes, que todo se andará y, a su debido tiempo -antes, tal vez, de lo que supones-, tendrás noticia de ello.
     El apagón duró cuatro horas, cuatro larguísimas horas que se hicieron eternas en el Pazo cuando se echó en falta a Pepiño. Daba la impresión de que, con la desaparición aparente del mobiliario, provocada por la falta de luz eléctrica, hubiera desaparecido también, como un mueble más, Pepiño Blanco. Consternado, don Raimundo de Castro Seoane y Mombeltrán de Figueroa, marqués de San Damián de Lamacido, y padre adoptivo de Pepiño Blanco, que adivinaba ya el reproche que muy pronto le haría doña Amalia en la otra vida, si no encontraba al niño, dio las órdenes precisas para comenzar la búsqueda exhaustiva de Pepiño.
     Al cabo de dos horas, las alegres e infantiles carcajadas del niño, procedentes del piso alto del Pazo, condujeron allí al marqués y, tras él, a todo el personal a su servicio. Pepiño Blanco, dotado por la madre naturaleza de una curiosidad científica digna de encomio, se había metido, sin ser notado, en el cuarto de Maruxa, joven y atractiva sirvienta, con la sana intención de hacer algún descubrimiento empírico. Su hallazgo correspondió al campo de la electricidad; pues has de saber, lector, que, en la oscuridad de aquella alcoba, Pepiño Blanco fue testigo de cómo a Herminio se le fundieron los plomos encima de Maruxa.

Tío Chinto de Couzadoiro

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miércoles, 20 de abril de 2011

El zapatero marxista

     Aseguraba Groucho Marx, con la proverbial seriedad que lo distinguía, que su padre había sido un sastre tan notable que nunca había tenido dos veces el mismo cliente. Eso, naturalmente, ocurría en los Estados Unidos de América, y en otro tiempo; porque aquí, en España, y ahora mismo, conozco a dos jovencitas, hijas de un zapatero que, teniendo la habilidad profesional del padre de los Marx, lleva siete años destrozando los pies de los mismos clientes.
     El papá de las niñas es tan torpe con la cuchilla y la lezna que no se entiende cómo, después de cuatro años de inútil trabajo artesanal, ha podido mantener la confianza de sus clientes. ¿A qué se debe que un mal zapatero haya contado, a lo largo de estos años, con el respeto de una buena parte del pueblo español? Al engaño, sin duda alguna, pues este pésimo artesano ha tratado de ocultar sus muchas carencias, tras la pantalla protectora de una sonrisa simplona, reveladora de su inmensa vaciedad. Pero, también, al apoyo sin condiciones de la facción "Remendones al Poder", que, viendo su extraordinaria capacidad para transformar el cuero en calzado, y, sobre todo, sus descomunales aires de grandeza, puso en sus manos nada más y nada menos que la española piel de toro nacional. Y, a partir de ahí, llevado de su afán social, el remendón concibió la peregrina idea de dar a cada español un par de botas de cuero; todas del mismo número, todas de la misma forma, todas de la misma piel de toro nacional. El resultado bien a la vista está. España es hoy una nación de cojos, por obra y gracia de un zapatero empeñado en poner en nuestros pies unas botas del 36. Hay quien dice -gente maliciosa, claro está- que eligió esa talla única, por corresponder el 36 al año de comienzo de la guerra civil en que fue pasado por las armas uno de sus abuelos. ¡Tonterías! Escogió ese número por mero prurito socialista de quitar, a los que más tienen, para igualarlos con los de abajo.
     Este zapatero marxista, tan semejante al papá de los Marx, tiene, como digo, dos hijas adolescentes que, si al menos salieran tan graciosas como aquellos, nos harían olvidar muy pronto las tristes ocurrencias de su desdichado padre.

Barlovento Maciñeira      

lunes, 18 de abril de 2011

Cambio de dictadura



El necio pueblo español
soporta, desde hace años,
las mentiras, los engaños,
de un Gobierno de guiñol
que, a golpe de hoz y martillo,
ha cambiado el "Cara al sol"
por los aires que Carrillo
trajo de Sebastopol.

Lajo Demos

22 de enero de 2010



El delincuente que entra en política
acaba convirtiéndose en un político delincuente.

Don Anónimo Pasquín


     Un mamífero antropomorfo de origen desconocido, militante de Izquierda Unida, abrió días atrás sus mandíbulas poderosas, y, mostrando unas profundas fauces y una amenazadora dentadura, le deseó, con imponente rugido, la muerte a Esperanza Aguirre. La horrible fiera, por un error incomprensible, figura en el Registro Civil, como si de un humano se tratara, con el nombre de Javier Vaccaro. 
     Su partido político lo había incluido, como candidato, en sus listas electorales del 22 de mayo al Ayuntamiento de Parla; pero, oído el bestial rugido, ha tenido el acierto de cambiarlo por otro, que sea, tal vez, menos animal. Digo esto último, acentuando lo de "tal vez" y lo de "menos animal", porque, quizá, no sea fácil conseguirlo, cuando se repara en que Izquierda Unida cuenta todavía, entre sus militantes, con alguien que no debiera salir a la calle sin cadena y sin bozal.

Pelargonio do Peiral

"No puede dedicarse a la política quien anda a cuatro patas."
(Filomena de la Fondue de Fromage)

       

viernes, 15 de abril de 2011

Elvira viste de luto

Vida oculta de Pepiño Blanco
(Capítulo 12)

     La noticia dejó a Elvira tan abatida que, durante varios días, no probó alimento alguno ni salió de casa. Pasaba las horas del día, y también las de la noche, tratando de imaginar cuáles podrían haber sido las últimas de Rosendo, el único varón al que de verdad se había entregado, el más hombre de cuantos había conocido. Su temperamento sanguíneo, violento en tantas ocasiones, era su perdición -¡bien lo sabía ella!-, y acabó llevándolo a la muerte. Elvira lloró, desesperadamente, el trágico final de su marido; releyó, hasta la extenuación, aquella carta fatal que no quisiera haber recibido, y, una mañana, por vez primera en varios días,  puso los pies en la calle, y se encaminó hacia la iglesia.
   Con el rostro demacrado y sin pintar, y vestida de luto riguroso, Elvira fue oída en confesión por el párroco de San Damián de Lamacido. Enumeró, con valentía, sus muchos pecados, que no sorprendieron al confesor, y, antes de recibir la absolución, añadió algo que resonó, en el interior del confesonario, como el estallido de una bomba.
- Me voy de Lamacido. Aquí nada tengo ya que hacer. Mi hijo se cría bien en el Pazo, gracias a Dios, y tendrá una buena educación. Se acabaron los hombres para mí. Muchos pasaron por mi cama, en vida de Rosendo; pero, como viuda, le debo un respeto. Se acabó mi vida de pecado.
Después de oírla, el párroco le dirigió, con ánimo de librarla de traumáticos escrúpulos, estas edificantes palabras.
- Has de saber, hija mía, que, aunque sea yo uno de esos muchos que pasaron por tu cálida y acogedora cama, dada mi sagrada condición de sacerdote, conmigo no has pecado.
    Al día siguiente, Elvira bajó, con una vieja maleta en la mano derecha, por el camino de carro que conducía entonces a la carretera general; con ojos humedecidos, echó una última mirada al Pazo, y, ya en el apeadero, esperó el coche de linea que habría de llevarla a La Coruña.
   Con el tiempo, sus vecinos de Lamacido, a falta de datos verdaderos acerca de ella, dieron en decir que vivía malamente en Madrid, que había sido vista en el barrio chino de Barcelona, que se había casado con un militar negro de la base norteamericana de Torrejón de Ardoz ... Alguno llegó a asegurar, incluso, que sabía, de buena tinta, que se había reconciliado con Rosendo, y que vivía con él en Dinamarca. Lo único cierto es que nunca más volvió por Lamacido, y que, de hecho, Pepiño Blanco quedó, con su partida, tan huérfano de madre como ya lo era de padre.

Tío Chinto de Couzadoiro

Enlace al Capítulo 13:   Apagón en Lamacido
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miércoles, 13 de abril de 2011

Bachillerato de Excelencia

     No creo en la democracia. Al menos no creo en ella cuando se presenta con los tintes antidemocráticos que caracterizan a la española. Creo -lo digo ya sin tapujos- en la aristocracia, en el gobierno de los mejores. Por eso aplaudo el propósito de Esperanza Aguirre de programar un bachillerato de la excelencia, como una forma de acercarnos, con el tiempo, a ese gobierno, tan deseable, de los mejores.
   Las críticas a la Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid no se han hecho esperar. ¿Cómo es posible oponerse a su proyecto, si, mirando de reojo, se observa el estado lamentable de nuestra enseñanza? España es hoy, salvo meritorias excepciones, un país de mediocres que velan por el mantenimiento de esa mediocridad. España ha pagado muy cara la baja calidad de su democracia, poniendo en la Presidencia del Gobierno a un individuo que, en una nación de principios democráticos consolidados, no habría pasado de humilde trabajador asalariado. No, no puedo creer, de ninguna manera, en el sistema político que permite colocar, en la Presidencia del Gobierno de España, a un ignorante, como Zapatero, que, tras ocho años, nos dejará, con cinco millones y pico de parados, al borde de la quiebra moral y económica. Sólo puedo creer en la democracia que conduce, de modo natural, a la aristocracia, al gobierno de los mejores. Pero ese paso no puede darse, sin elevar el nivel de la enseñanza que permita, a los ciudadanos, elegir acertadamente a los mejores. Una ciudadanía embrutecida no señalará jamás al excelente, porque no sabrá reconocerlo; y, sin embargo, nadie, más que él, resolvería sus problemas.
     Mientras España mantenga su deplorable nivel de enseñanza, mientras la universidad española ocupe la baja posición que por su desprestigio merece, seremos una nación de tercera o cuarta fila. Mientras en nuestros colegios y universidades no se busque la excelencia que propugna Esperanza Aguirre, España no podrá dar el paso que la lleve de la democracia a la aristocracia, y seguirá gobernada por unos incompetentes, nacidos del voto de un electorado mediocre.

Barlovento Maciñeira        

lunes, 11 de abril de 2011

Don José



¿Por qué no quieres, José,
que te llamemos Pepiño,
si a simple vista se ve
que, aunque te pongas de pie,
eres más corto que el Miño,
tan inculto como un niño,
más baboso que un bebé?

Lajo Demos

2 de enero de 2011



Un Gobierno que delinque debe celebrar
en un penal sus Consejos de Ministros.

Don Anónimo Pasquín

     Mi asistencia a la manifestación en contra del terrorismo, que tuvo lugar el pasado sábado en Madrid, me permite constatar un hecho. La tradicional división sentimental de España -las dos Españas- toma hoy una forma que no se había dado antes de cometerse el atentado del 11-M. El motivo de la convocatoria era muy claro: "Por la derrota del terrorismo: ETA fuera de las elecciones". Pese a ello, nadie del Gobierno acudió a la cita. ¿Debemos entender que el Gobierno de España no quiere la derrota del terrorismo? ¿Hemos de pensar que desea ver a ETA dentro de las elecciones? Que cada cual saque sus propias conclusiones.
     Hay una España que está con las víctimas del terrorismo, y, frente a ella, otra España que está contra ellas; una España que quiere conocer toda la verdad de lo ocurrido en aquel sangriento 11 de marzo de 2004, y otra España, de la que forma parte el socialismo imperante, con el Gobierno a la cabeza, empeñada en que no se descubra esa verdad. La triste realidad de las dos Españas, está, hoy en día, más viva que nunca; el fratricida enfrentamiento, que, para desgracia nuestra, volverá a helarnos el corazón, nos divide, aún hoy, criminalmente a los españoles.

Pelargonio do Peiral

"El pueblo español, tan primario, parece haber saltado, con pértiga, de la prehistoria al siglo de las luces."

(Marcelina Humboldt, Vizcondesa de Pastrana)


     





viernes, 8 de abril de 2011

Nuevas de Rosendo



Vida oculta de Pepiño Blanco
(Capítulo 11)

     Pepiño Blanco fue precoz en todo. Con nueve años, gateaba ya, y, con quince, se sentaba en el retrete. Tal vez pienses, lector, que caigo en contradicción cuando, tiempo atrás, te hablaba del continuo gatear de Pepiño, en su primer año de vida, a los pies de doña Amalia de Andrade Sotomayor y Lourido de Braganza. No hay tal. Pero, si crees que sí, te diré que mi vanidad de escritor aficionado no me impide corregirme ahora, para asegurar que, con nueve años, Pepiño Blanco gateaba todavía. Debo añadir, no obstante, que no es este asunto el que hoy me trae aquí. Quede, pues, en suspenso, que ocasión habrá de volver a él.
     La mamá de Pepiño Blanco, que llevaba ya varios meses convertida en consuelo de solteros hambrientos, casados insatisfechos y viudos desnortados, continuaba resistiéndose al cartero, que siempre llamaba más de dos veces a su puerta. Elvira le había dicho, en algún momento, que, mientras no le  llevase una carta de Rosendo -la primera que recibiría desde su partida-, nada tendría que hacer con ella. El cartero se desesperaba, y concebía, en su ceguera de gallo despreciado, la idea, indigna de un honrado funcionario de correos, de entregarle una carta falsa, escrita de su puño y letra. No tuvo necesidad de ello, porque, una soleada mañana de noviembre, acudió a la casa de Elvira, con una carta que acababa de recibirse de Cuba. La moza se asomó a una ventana del piso superior, al oír la llamada del cartero, y se inclinó, de forma que sus voluminosos y feraces pechos quedaron sobre sendos tiestos de geranios. El cartero le dio la gran noticia, y Elvira, entonces, rebosante de alegría, lo invitó a entrar en la casa. Y, como era mujer de palabra, pagó por adelantado, aunque con prisa justificada, el servicio del cartero, que, con todo, quedó más satisfecho que un torero después de una gran corrida.
     Elvira, desde la ventana, vio como el cartero cambiaba de monta, y se alejaba en bicicleta. Y, vuelta al dormitorio, abrió, por fin, el sobre llegado de Cuba, y advirtió que la carta no era de Rosendo, sino de un tal Fidel Castro -paisano suyo, al parecer- que le decía, entre otras cosas, que su marido había muerto fusilado, por haber mantenido una violenta discusión con el comandante Che Guevara.

Tío Chinto de Couzadoiro

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miércoles, 6 de abril de 2011

La pocilga



     Aventuro una hipótesis verosímil que no dejará, sin embargo, de sorprender a más de uno. La concepción de cualquier obra literaria de ficción, en la que intervienen, como protagonistas, animales dotados de cualidades humanas, parte de un sueño nocturno de su autor. Dicho esto, debo añadir algo que siempre lamentaré. Paso las noches de sueño en sueño, y, al despertar, recuerdo cada uno de ellos, con toda clase de detalles, como si lo viese reproducido en una gran pantalla. Pero la naturaleza, tan absurda en ocasiones, que no me dio la capacidad de fabulación de un Esopo, o al menos la de un Orwell, me impide transformarlos en materia literaria. Me conformaré, pues, muy a mi pesar, con describiros mi último sueño, sin pretensión poética alguna, con los pocos recursos que mi humilde prosa me ofrece.
     En una inmensa pocilga al aire libre, acotada en una dehesa española, gruñían miles de cerdos. Los había de todos los tamaños, de todas las edades. Se mostraban plenamente satisfechos, en medio de abundante suciedad, pisando su propia inmundicia, sus propios excrementos. El medio natural de aquella sociedad porcina era el estiércol del chiquero; puercos y puercas no tenían más pretensión que la unidad de partido que les daba la pocilga. Sentí un escalofrío cuando vi que sonreían, que sus jetas eran humanas, perfectamente reconocibles. Uno de aquellos cochinos, sonriente y a cuatro patas, era Rubalcaba; otro, José Blanco. Un enorme cerdo, apto ya para la matanza, tenía el rostro de Felipe González. Cerca de él, con la sonrisa, inexpresiva, esculpida en la jeta, aparecía Zapatero; y, algo más allá,  José Bono hollaba alegremente, junto a Chaves, aquella mezcla de mierda y orina que servía de base al chiquero. Dos cerdos, macho y hembra, portaban una gran pancarta en la que podía leerse: "La Piara: cien años de honradez". Reconocí en ellos a Griñán y a Leire Pajín, y me estremecí al oír los gruñidos de aceptación de toda la piara.
     Hasta aquí, mi último sueño, el último de esta noche. Sin supresiones ni añadiduras. Tal como lo soñé. Sin verter en él opinión alguna. Describiendo, tan sólo, lo soñado, con los pobres recursos que mi pluma me permite; sin más afán que el de ser fiel a la verdad del sueño.

Barlovento Maciñeira        

lunes, 4 de abril de 2011

Difunto


Zapatero es un difunto
que del país lleva el mando;
y yo pregunto, pregunto,
¿hasta cuándo?, ¿hasta cuándo?

Lajo Demos

28 de enero de 2010

¡Qué grande es el Gobierno!
¡Cuanta mierda cabe en él!

Don Anónimo Pasquín


     Aseguraba un hombre ingenioso, gran conocedor de la vida, que algunos mueren a los veinte años, y son enterrados a los ochenta. Ese hombre no conoció a Zapatero, pero su sentencia le viene al pelo a nuestro remendón.
     El Presidente del Gobierno acaba de anunciar que no volverá a presentarse, como candidato, a unas próximas elecciones generales; y el Partido Socialista, ese nauseabundo caldo de cultivo del que ha salido, no ha tardado en cantar, con hipócrita estribillo, sus falsas alabanzas. El Presidente Rodríguez pretende hacernos creer que su decisión de no gobernar más de ocho años era firme desde el principio; pero la realidad, que se impone siempre, asegura que no es aceptado por el pueblo español, ni por la comunidad internacional, ni, siquiera, por su propia formación política. Y el Partido Socialista, pútrido potaje de mediocres, del que saldrá el nuevo candidato, le dedica venenosas honras fúnebres, por su generosidad en la renuncia y su grandeza en la despedida.
     Lo dicho al principio. A pesar de tan cínicos ditirambos, Zapatero, que, a lo largo de siete años, se ha mantenido como un cadáver, va a ser, por fin, enterrado.

Pelargonio do Peiral

     "La generosidad y la grandeza de un mal gobernante se miden por su renuncia a la pensión vitalicia que premia sus muchos crímenes."
(Mademoiselle Pelandusca de Pigalle)

         

viernes, 1 de abril de 2011

La soledad de Elvira



Vida oculta de Pepiño Blanco
(Capítulo 10)

  Dejemos a Rosendo, de momento, porque otros acontecimientos reclaman nuestra atención.
 Desde la partida de su marido a tierras cubanas, Elvira se encontraba en una situación que recordaba la de aquella mujer, casada con un sereno, que nos describe "La Gatita Blanca" en uno de sus cuplés. La madre de Pepiño Blanco, hembra de armas tomar, se aburría por las noches sin el chuzo y el farol. Así que, andando el tiempo, como no hacía ascos a los continuos requiebros con que sus paisanos la solicitaban, pasaba las noches en vela, entregada a las visiones obscenas que el demonio, primer enemigo del alma, ponía en la suya.
  Caían las hojas del calendario, y Rosendo no daba señales de vida. Y Satán, que por algo tiene cuernos, se presentaba ante Elvira, durante el día, bajo el aspecto de don Arsenio Taboada -el indiano- o de don Armando Vilariño -el médico rural-, dos de los hombres más ricos de la zona. El primero solía decirle, con insidia, que Rosendo había perdido la vida, heroicamente, en Cuba, en un combate contra las fuerzas gubernamentales; el segundo, de forma no menos insidiosa, le aseguraba que su marido mantenía relaciones ilícitas con una isleña de deslumbrante belleza. Elvira, entonces, acosada noche y día por el diablo, no encontraba más desahogo que la íntima soledad del confesonario. Allí, en presencia del párroco de San Damián de Lamacido -un pájaro de mucho cuidado, siempre dispuesto a poner los huevos en nido ajeno-, Elvira, entre sollozos, abría el alma a Dios.
- Señor cura, Rosendo no vuelve. Y los hombres me buscan. Don Arsenio me dice que soy viuda, y don Armando me asegura que Rosendo anda liado con otra, allá en Cuba.
- Resiste las asechanzas del maligno, hija mía, que busca perderte para siempre. Acude con frecuencia al confesonario, que en mí hallarás el consuelo que te falta.
  Dicen, las malas lenguas, que la madre de Pepiño Blanco se echó cuerpo a tierra, para recibir las descargas de fusilería de don Arsenio, de don Armando, y de docena y media de aldeanos más, sólo después de haberse sometido, durante meses, al fuego a discreción del párroco de San Damián de Lamacido.

Tío Chinto de Couzadoiro

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