El día 8 de octubre de 2008 escribí un poema, dedicado al 11-M, que, recitado por mí en diferentes tertulias literarias de Madrid, provocó mi expulsión de la que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes. Lo publico ahora en esta tribuna, precedido de las palabras que le sirven de preámbulo, para que se tenga idea clara del grado de persecución a que se ve sometida, en ciertos ambientes culturales, la libertad de expresión.

Dos días después de aquel terrible 11 de marzo, muchos formaron rebaño, en plena jornada de reflexión, para exigir al Gobierno la verdad de lo ocurrido. Me pregunto dónde están hoy. El día 11 de cada mes, unos llamados Peones Negros, que, de verdad, quieren saber quiénes se encuentran detrás de aquella matanza, acuden a la estación de Atocha, con ánimo de honrar a las víctimas de tan tremendo atentado. En ellos pensaba cuando, en octubre de 2008, escribí estos versos. Me encantaría tener la oportunidad de recitárselos a Zapatero; pero no a solas, sino en un abarrotado Congreso de los Diputados, ante mil cámaras de televisión, en nombre de las víctimas del 11-M.


Fernando Lago

Poema dedicado al 11-M

miércoles, 13 de enero de 2016

Tras los pasos de Pujol



                Tuve la sospecha de que yo no existía, en el mes de abril del año 2014. El convencimiento me llegó, cuatro meses después, al advertir que mi rostro no aparecía en la pantalla del televisor. Era evidente que Belén Esteban y Jordi Pujol disfrutaban de una existencia real, y que yo, por el contrario, carecía de ella. Aquello resultó muy doloroso para mí. Tenía que convertirme, a cualquier precio, en una figura mediática. Pero mi inteligencia, en verdad limitada, se reveló, enseguida, como un obstáculo insalvable para alcanzar la grandeza televisiva de Belén Esteban. Sólo me quedaba, por tanto, dedicarme al robo, si quería emular, al menos, las hazañas de don Jordi Pujol. Empecé, pues, a cometer toda clase de importantes delitos contra la propiedad ajena, que no tardaron en acarrearme una extraordinaria fortuna. Sin embargo, lo hice con tan mala pata que, a diferencia de don Jordi, nunca fui descubierto. ¡Ni siquiera cuando defraudé 800 millones de euros a la Hacienda Pública! Tal contrariedad me llevó a tomar una decisión heroica.
           Puesto que, si no aciertan a cazarme, no obtendré la ansiada notoriedad televisiva que voy buscando, desde hoy, daré facilidades. Antes de quince días, entraré en el Palacio Minipresidencial de San Jaime, subiré al despacho del Minipresidente Puigdemont, y, en presencia de varios testigos, le atizaré media docena de patadas en el culo.
           
Tío Chinto de Couzadoiro
       

5 comentarios:

  1. Pues muy mal, D. Tío Chinto; ya puestos, y asumido que no va a descerrajarle u tiro en el entrecejo que sería lo deseable y plausible, es de cajón que las patadas se las de en los cojones, cuando menos para que causando la impotencia del mancer, a partir de la pateadura, impida que legue sus defectuosos genes a una generación posterior que sería, en tal caso, una degeneración.

    Abrazo gordo.

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  2. ¡Ja-ja-ja-ja-já! Debo reconocer, amigo Tannhäuser, en honor a la verdad, que el final que propones daría contundencia a mi modesto relato.
    ¡Cordial abrazo muy gordo!

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  3. Severo castigo el propuesto, merecido como pocos, eso sí.
    Añádase un corte de pelo y Puigdemont quedará traumatizado de por vida.

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  4. Severo castigo el propuesto, merecido como pocos, eso sí.
    Añádase un corte de pelo y Puigdemont quedará traumatizado de por vida.

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  5. Añadido queda el corte de pelo, Aspirante. Todo sea por el final traumático de Puigdemont.
    ¡Un cordial saludo!

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