El día 8 de octubre de 2008 escribí un poema, dedicado al 11-M, que, recitado por mí en diferentes tertulias literarias de Madrid, provocó mi expulsión de la que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes. Lo publico ahora en esta tribuna, precedido de las palabras que le sirven de preámbulo, para que se tenga idea clara del grado de persecución a que se ve sometida, en ciertos ambientes culturales, la libertad de expresión.

Dos días después de aquel terrible 11 de marzo, muchos formaron rebaño, en plena jornada de reflexión, para exigir al Gobierno la verdad de lo ocurrido. Me pregunto dónde están hoy. El día 11 de cada mes, unos llamados Peones Negros, que, de verdad, quieren saber quiénes se encuentran detrás de aquella matanza, acuden a la estación de Atocha, con ánimo de honrar a las víctimas de tan tremendo atentado. En ellos pensaba cuando, en octubre de 2008, escribí estos versos. Me encantaría tener la oportunidad de recitárselos a Zapatero; pero no a solas, sino en un abarrotado Congreso de los Diputados, ante mil cámaras de televisión, en nombre de las víctimas del 11-M.


Fernando Lago

Poema dedicado al 11-M

sábado, 6 de agosto de 2011

Apostolado de San Zoilo



Vida oculta de Pepiño Blanco
(Capítulo 26)

   El viaje resultó más largo de lo previsto, porque, esperando encontrar la catedral de Santiago, se toparon con la de Astorga. Amancio, el taxista de Ortigueira, sufrió un despiste, en algún punto del recorrido, que sólo podía atribuirse a la escasa visibilidad permitida por el temporal de viento y lluvia, que se había desatado al partir de Lamacido. Durante más de dos horas, San Zoilo de Pastrana, de pie sobre su peana en la baca del taxi, increpó a los elementos, cagándose, de modo blasfemo, en buena parte de sus colegas incluidos en el santoral. Aquello fue, a juicio de los que viajaban en el interior del coche, mano de santo, pues, al poco tiempo, cuando San Zoilo acababa de dejar perdidos a San Onofre de Triana y a Santo Toribio de Inchaurrondo, cesó la tormenta, y un sol esplendoroso lució en el cielo azul.
   Bajando el Puerto de Piedrafita del Cebrero, ya en la provincia de León, una minúscula capa de niebla se presentó, de manera tan milagrosa, que, ocultando solamente el taxi, dejaba visible únicamente a San Zoilo. Los demás viajeros que ascendían el puerto, viendo descender sobre ellos aquel santo desconocido, no daban crédito a su visión. Se sentían desconcertados, porque, en su descenso, el santo, tan pronto giraba sobre sí mismo, hasta darles la espalda, como desaparecía en una curva. En consecuencia, seis camiones fueron a la cuneta, y catorce automóviles cayeron por el precipicio. El apostolado de San Zoilo de Pastrana empezaba divinamente.
   Cuando entraron en Astorga, se encontraron con el final de una procesión, en honor de Santa Hipólita de Martorell, que les impedía el paso, y Amancio no tuvo otro remedio que acomodar la velocidad del coche al lento caminar de la procesión. A lo largo de veinte minutos, un gran número de fieles se unió a la procesión, por detrás del taxi, y siguió, con sus cánticos, a San Zoilo. Amancio giró a la derecha, por una calle secundaria, y los devotos de San Zoilo de Pastrana, que lo seguían, más los de Santa Hipólita de Martorell, que  dieron la espalda a la santa, fueron tras él durante treinta minutos más; los que tardó Amancio en volver a la carretera general, y pisar a fondo el acelerador.

Tío Chinto de Couzadoiro

Enlace al Capítulo 27:   El vuelo Madrid-Tokio
Enlace a "Vida oculta de Pepiño Blanco":   Los 39 primeros   
     
            

6 comentarios:

  1. Gloriosos pero acelera que no llegamos.

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  2. ¡Ya verás como sí! Noviembre está lejos aún -todo es relativo, claro-, y queda mucho por conocer, Paco, del niño Pepiño Blanco.
    Un cordial saludo.

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  3. Nos quedan pocos meses de disfrutar de esa mente preclara, luminiscente y prodigiosa de Pepiño Blanco.
    Tras las elecciones de noviembre, evocaremos su memoria y nombre como uno de los grandes pensadores e intelectuales de este siglo XXI.

    Una lástima su adiós...

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  4. Me temo, Natalia, que te quedas corta en tu elogio de don José Blanco. Dentro de unos años será el espejo en que se mire la juventud europea, la Enciclopedia Británica lo presentará como el gran prohombre de los últimos cuatro siglos y se multiplicarán, por el mundo entero, los homenajes que se le rindan.
    Dicho esto, tengo la impresión de que también yo me quedo corto. ¡No es fácil precisar lo que los tiempos venideros reservan al gran hombre!
    Un cordial saludo.

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  5. Yo tenía pensado poner una foto suya en mi tocador, pero todavía no he encontrado el marco adecuado a su alcurnia.

    La historia recordará su nariz y su porte, su verbo fluido..en fin, no tengo palabras para expresar mi pena. ¿Qué será de nosotros sin semejante fuente de inspiración?

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  6. Se entiende perfectamente, Candela, el profundo dolor que te embarga en estos momentos. Es natural que, siendo tú mujer, quieras poner su foto en tu tocador. Esa nariz prominente, esos ojazos como dos platos soperos, ese verbo inagotable que, aun sin hambre, se come algunas consonantes, tienen, por fuerza, que ser un imán para vosotras, las mujeres. Lo veo comparable al encanto que ejerce sobre mí la delicada, la femenina, la humilde Leire Pajín. Que Dios te dé el consuelo que vas a necesitar.
    Un cordial saludo.

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